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Tradición taurina de Balmaseda. Volumen 1 (1528-1960)

Autor: Asociación Harresi

La relación del hombre con el toro es tan antigua como la necesidad de proceder a la captura del mismo para utilizar su carne como alimento y el aprovechamiento de sus pieles. Esta primera necesidad para los pobladores pasó a ser, con el transcurso de los siglos en una actividad lúdica, un deporte.
En Balmaseda se corrieron toros en el año 1528 para celebrar la entrada y saqueo de Roma por el ejército español. Se trataba de una de esas corridas denominadas «reales», porque se celebraban en honor de los miembros de la realeza: bodas, nacimientos o para festejar sucesos relativos a su reinado.
Probablemente ya se corrían festejos taurinos en Balmaseda antes de esa fecha, puesto que para los toros de 1528 se pagaron 51 maravedís por armar las barreras del coso con la madera que el Ayuntamiento tenía almacenada para tal fin. Posiblemente a Balmaseda llegaron los festejos taurinos al ser la villa un lugar de paso frecuente de comerciantes que trasladaban sus mercancías entre la costa y la meseta.

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El 17 de agosto de 1954 se cayó la plaza de toros que había sido instalada el sábado anterior, para la celebración de los festejos taurinos de aquellas fiestas. Fue una tarde dolorosa, hechos que recuerdan muchos vecinos por haberlo vivido como testigos accidentados.
La plaza de toros era propiedad de los hermanos Arias, vecinos de Oquendo. Agustín Tejedor “Ojos Negros”, había sido algún tiempo propietario de la plaza siniestrada, construida en madera de pino, que había sido adquirida en Sopuerta en el año 1951. Posteriormente, en Balmaseda, la había comprado Aurelio Garay por 17.000 pesetas, dando tres novilladas durante los días 15,16 y 17 de agosto de 1951, registrándose en la del día 15, como solía ser habitual, un lleno completo. En 1953, la plaza pasó a ser propiedad de “Atxita”, de Eibar, que pagó por ella 19.000 pesetas.

A finales de julio de 1954 José Arias solicitó al entonces alcalde balmasedano, Anastasio Agustino, el oportuno permiso para la celebración de 4 novilladas durante las fiestas de aquel año. Concedida la autorización, tras presentar las certificaciones oportunas, se trajeron reses de Villagoyo y de Molero para los espectáculos. Los animales, ocho en total, fueron adquiridos personalmente por María Pena, esposa del propietario y taquillera el día de la tragedia.

No debían ser aún las seis de la tarde, y las cuadrillas estaban ya preparadas para dar el paseíllo, cuando en la meseta del toril se inició el desplome de la plaza. Se oyó el clamor, como si fuese a iniciarse el espectáculo, se pusieron en pie gran parte de los espectadores, mientras la plaza fue rotando hasta derrumbarse totalmente. Todo fue muy rápido, apenas les dio tiempo a algunos espectadores de las localidades más bajas para saltar al ruedo. El estruendo de la caída se oyó en todo el pueblo. En el momento de la caída había unos 1.700 espectadores, aunque al no existir acomodadores la plaza daba impresión de estar abarrotada. Los heridos de más gravedad fueron los que todavía no habían ocupado sus localidades, y los situados en los lugares bajos de la plaza. Por el contrario, los que se hallaban en las gradas superiores sufrieron menos heridas.

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FORMATO

El libro tiene un formato de 17×24 cm. y consta de 132 páginas.

Contiene numerosas fotografías y carteles de los diversos años.

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